Mario Flores nació en la ciudad de México. A la edad
de 7 años, emigró a la ciudad de Chicago, Illinois junto
con su familia, donde creció en uno de los barrios más
peligrosos. Ahí, llego a conocer muy de cerca un
mundo de violencia que nunca imaginó. Gracias a sus
padres, Mario fue alejado de ese mundo pues
decidieron mandarlo lejos del vecindario a estudiar a
una escuela en donde pronto comenzó a descubrir su
talento innato por los clavados. En poco tiempo, ya se
hablaba de sus posibilidades de competir en los Juegos
Olímpicos.
En 1984 la vida de Mario llegó a su fin cuando fue
acusado de homicidio injustamente y sentenciado a
muerte por medio de una inyección letal.
Pero sus ganas de vivir y comprobar su inocencia lo
llevaron a estudiar derecho penal por
correspondencia. Ayudó a comprobar la inocencia de
varios de sus compañeros condenados a muerte.
Debido a ese éxito, dicha actividad se le prohibió.
Para no sentir el peso del encierro y de su fecha de
ejecución, Mario comenzó a pintar oleos. Y así, logró
que su mente se mantuviera libre y volara con su
imaginación.
Mario Flores es un ejemplo de fortaleza. A pesar de la
injusticia logró superarse y salir adelante.